Tuesday, July 19, 2022

Atención a padres

Y llegó el lunes. Se levanta automáticamente, cinco minutos para las cinco. Saca el reloj de su mesita de noche, lo acomoda para tenerlo presente y no olvidarse cuando salga a trabajar. Lo tiene allí, dentro de la mesa de noche, porque cuando la oscuridad le gana al día y son más las gentes que se guardan, puede escuchar cómo avanzan las manecillas, y eso le provoca un miedo que salva encerrando al reloj.

Se toma la ducha, se lamenta no haber recogido la toalla que dejó colgada afuera, saca otra toalla del armario. Se viste rápido y le toma una foto a la obra que comenzará a leer: “Los cuadernos de don Rigoberto” de Mario Vargas Llosa. Se mira al espejo y le importa poco que siga perdiendo cabello.

Baja rápidamente las escaleras y se siente bien al verlas limpias – Fabio las limpió ayer. En el mercado, en el puesto de Keni, pide dos panes con palta y un vaso de leche de soya. Regresa, por el camino de “Azul”, sueña despierto. Ella está allí, parecida a la encarnación de la pureza, un dechado de inocencia y virtud que camina hacia él para desaparecer dejando el perfume de las azucenas en el camino.

En su habitación, hace los documentos para su jefa, abre el WhatsApp web y ve que su sobrina usó su cuenta para conversar con sus compañeras. Sonríe, ella es la única que se le ocurre hacer algo así. También observa que un par de señoras le están escribiendo sobre sus hijos, no responde porque ya les ha dicho a los chicos que les digan a sus padres que él tiene un horario de atención y que no atenderá al celular, si atendería al celular no podría hacer sus documentos y lecturas. Le llama una madre de familia, se cuestiona si debe o no contestar, contesta y escucha a la señora, en realidad solo la oye, porque reniega para sus adentros.

Ni mi madre es tan demandante, es más, mi pobre madre tiene tanta delicadeza que no me llama porque piensa que me puede interrumpir, y por eso la visito todos los días, claro hay días que no la he visitado, pero son casi todos los días que la visito para que no se preocupe, pero ella tiene la delicadeza de no llamar, porque piensa que podría tener el celular en la mochila y estar en medio de la calle, o quizás estoy dictando clases, o leyendo y ella por no distraerme se guarda sus ganas de quererme escuchar.

Su conciencia le responde:

Pero estas señoras no te quieren escuchar, quieren que les absuelvas alguna duda.

Replica:

Pues deberían respetar mi horario de atención, yo este celular no lo tengo todo el día y si lo tengo cerca es porque estoy esperando una llamada importante – Azul no es -, y me emociono y de pronto es alguien que no esperaba y me hace renegar.

Nuevamente su conciencia:

Xxxxxx

Así es señito. No se preocupe, cualquier cosa por favor el jueves a la sexta hora, ese es mi horario de atención.

Sebastián se cambia de ropa para ir a dictar clases.




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