Se levanta temprano, no es un día
de prácticas, pero tendrá que ir hacer trámites a Chosica, a su alma mater –
que le trata como madrastra -, La Cantuta. No tiene más que veinte soles,
piensa que quizás le pidan hacer algún pago extra y no podría avanzar con su
trámite; decide ir a visitar a Nella y pedirle prestado. Se apresura en tomar
la ducha y vestirse, se pone jeans y polo, en la tarde volverá para cambiarse por
algo formal y así poder ir a dictar, hoy le toda las tres últimas horas, con su
tutoría.
Entra a su casa, la puerta está
abierta, seguro que su padre salió a comprar el pan y la dejó junto nomás.
Saluda a su madre y le pide cien soles, que pronto los devolverá, ya falta poco
para que le paguen, igual volverá a pedir prestado porque con lo que le pagan –
sueldo mísero de profesor – no le alcanzará para el mes, al menos no para este
mes que debe cancelar la segunda y
última cuota de la universidad – solo se ha matriculado en dos cursos. Nella,
nota lo estresado de su hijo, ni siquiera hace caso al detalle para lo que
gastará Sebastián, saca de su “secretera” – una cajita de música betoviana -,
le entrega y le pide que se cuide y si llega temprano que pase para almorzar.
Sebastián toma- en un carrito
ambulante - una quinua con leche – le preocupa que la leche le haga daño – y un
pan con palta. Camina hasta Pte. Nuevo para tomar un mini band. El trayecto pasa
por Ramiro Prialé y luego la Carretera Central. Piensa que con suerte viajará
una hora, pero se equivoca, el viaje duró dos horas, Ramiro Prialé estaba
congestionado. Llama a su amiga que trabaja en trámite documentario y le
pregunta hasta qué hora atenderán, ella le dice que a las doce y treinta todos –
mejor que suizos, para eso sí – dejarán de atender.
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