Tienes que cortarla.
Lo siento Elena.
Ella alza los brazos y pone cara de niña.
Tienes que cortarla.
Sombras cuchicheantes pululan el óvalo.
Bien, desde luego poco a poco… Pero tienes que cortarla. Tendrás otras cosas en qué pensar.
¿Y qué es lo que harás?
Por lo pronto ya no contestar el teléfono.
Enrique es interrumpido por la risa de la mujer. - ¿No me contestarás?
¡Cállate la boca! - Enrique, levantándose con violencia, grita.
Las sombras no se inmutan.
Ven aquí - ruega la mujer.
Tienes que cortarla – repite el doctor nuevamente. – ¡Eres un buen chico! – le da de palmaditas en el hombro.
Aunque fuera así, no podría evitarlo. – Enrique es una auténtica tempestad.
Tienes que cortarla.
Bueno, no sirve de nada discutir, llamaré mañana. – Elena se despide así nomás y Enrique se queda mirando cómo desaparece entre las sombras del óvalo.
Enrique le relató brevemente la escena de la mujer y de su despedida.
El doctor cayó arrodillado, conmovido y tembloroso. Le pide que se retire pronto.
Enrique se queda perplejo mirando al doctor quien no quiere mostrarle la cara. Alza la cabeza del galeno para mirarlo y despierta.
El doctor era él.
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