Se quita los zapatos y camina con las medias puestas, tiene
miedo que le de algún resfrío. Sebastián está triste, más que siempre. Pone
música, una de Macaco, que le enseñó Elena en una de esas noches que se le
apareció.
Yo coincidí con tu historia –
Elena tiene los ojos vidriosos. No, tú pasaste, yo te vi, y me equivoqué. No… yo
no iba a ir a comprar el pan, yo no voy a comprar el pan, tú sí pasabas por
allí por lo de tu tía, por mi parte yo no frecuentaba ese lugar, decidí comprar
en una panadería que estaba lejos, yo coincidí con tu historia, me crucé en tu
vida. Algún día coincidiríamos, ¿te arrepientes? – pregunta Sebastián. Parece
que eres tú quien se arrepiente. No, para nada, por el contrario me arrepiento
que no estés aquí, me arrepiento que nuestras citas hayan sido sin flores.
Sebastián quiere tocar el oído de
Elena, pero ella desaparece.
******
El Caballero Blanco sale con los
lentes negros, que son para cuidar sus ojos, pero que le hace ver más
pretencioso. Acomoda su cabello ensortijado, razona que en verano le molestará
llevar el cabello largo, pero así se le ve mejor. Tendré que soportar, igual,
la belleza también tiene sus sacrificios; piensa. El chofer de su padre le
llevará a su trabajo.
Gracias Julián, vas a tener tu recompensa
cuando llega tu paga. No se preocupe joven, estoy para servirle. ¿Le dijo mi
padre que venderá este auto? Sí, quiere renovar. Estaba pensado en comprarlo,
pero mi viejo no quiere vendérmelo, le estoy ofreciendo diez mil. Pero joven,
este auto vale sus veinte mil. Con razón no quiere vendérmelo, además le iba a
pagar en cómodas cuotas mensuales. Jajajaja, no pues joven, conociendo a su
padre, se habrá molestado. Sí – Rafael se permite conversar con Julián como
nunca -, pero ya no quiero, estoy pensando mejor juntar para mi departamento.
Eso está bien.
En una parada, un venezolano se
acerca a la ventana, la toca para ofrecerle sus dulces, pero Rafael ni siquiera
le mira, hace como que no escucha, como si estuviera perdido en un pensamiento.
Estos venezolanos ya me tienen
cansado, puedes creer que se están viniendo 700 venezolanos cada día. Sí joven,
justo lo leí hoy, hay mucho venezolanos aquí. Y lo peor es que el presidente
les permite que estén de ambulantes, esto no me gusta, yo no tengo nada en
contra de los venezolanos, pero ya me están comenzando a hartar, los veo en
todas partes, en nuestra calle nomás hay como unos diez y encima exigen sus
derechos. Bueno joven, yo no lo veo tan mal, creo que siempre que sean chambas
deben ser bienvenidos. Sí, pero no estás viendo que en nuestro país hay tanta
gente pobre y ahora tenemos que estar apoyando a estos extranjeros. Pero joven,
si así fuera nuestro pensamiento no podríamos ayudar nunca, porque nunca se
acabará con la pobreza. ¿Sabes que las venezolanas están que venden sus
chupetes a tres soles? – Rafael cambia de argumento -, yo ni por más culo que
tengan les compro un solo chupete, y más viendo que mis compatriotas que lo
venden a un sol. ¿Usted compra chupetes joven? – se admira Julián. No, pero me
dicen que los ambulantes nacionales lo venden a sol y estas venecas porque
tienen más culo y tetas creen que pueden vender sus chupetes a tres soles, pero
la culpa la tenemos nosotros los peruanos. Me sorprende joven, pensé que usted
estaba de acuerdo en apoyar a los venezolanos -Julián se sorprende del discurso
chauvinista del joven Rafael. Yo estoy de acuerdo en que no me ensucien la
calle, que no haya más ambulantes y que primero solucionen los problemas de
nuestra gente y después del resto.
Rafael mira a un grupo de
venezolanos y reafirma lo que dicen de la mayor belleza que tienen frente a los
peruanos. En promedio estos venecos son más guapos que nosotros los peruanos,
claro los peruanos promedio, porque yo soy más guapo que estos… - lo piensa -,
en realidad soy tan guapo como ellos.
******
Pero si es un niño Elena –
Camucha bebe su chicha. No, debe tener sus 25 como menos. ¿Cuántos años tienes
Elena? – a Camucha no le importa lo incómodo que puede ser esta pregunta. 35.
Ay Elenita, tú sabes que para mí estás muy bella, y no solo para mí, te vez
fresca, joven y súper bella, pero la verdad amiga, ese chico es muy pequeño
para ti, y se ve que es un niño pretencioso. Pero yo no quiero nada con ese
joven, solo que se parece tanto a Henry… ¿puedes irte? Parece que crees mucho
en tu suerte amiga. No es eso amiga, se acercará, pero yo no me voy a
involucrar con una persona muy joven. Bueno, me voy, pero lo voy hacer así como
medio arrebatada, cosa que el Caballero Blanco se te preguntará por mí. Ya, no
hay problema. Si te pregunta mi edad, no seas malita, dile que tengo 25.
Jajajaja, pero tú tienes 32. Ay por dios, pero si no se me nota. No te
preocupes, yo le digo, ahora vete, que el pobre está sufriendo comiendo
despacio. Ya, me voy, me voy molesta porque algo malo hiciste, así que
arrebatada volteo mi cabeza y te digo secamente – se levanta rápidamente - ¡ya
terminé!
Rafael, se alegra que Elena se haya
quedado sola. Se levanta y, así como lo había querido Elena, se acerca a la
mesa de la bella mujer, para preguntarle.
¿Le podría acompañar? Será un
gusto – Elena le ve tan apuesto.
El Caballero Blanco pide al mozo
que le traiga la comida y los cubiertos. El mozo se apura para servir al mejor
comensal.
¿Y por qué se fue? – Rafael se
saca los lentes y Elena le mira fijamente pensando cuánto es que se parece a
Henry. Camucha está loca, solo que le he cambiado de puesto y por eso se
molestó. ¿Tú eres su jefa? Sí. Ella es él, ¿verdad? Sí, pero no se nota mucho.
No, se ve como una mujer. Jajajaja, sí, mi Camucha es bonita, ¿trabajas cerca?
Sí, en el Hotel Las Lomas. ¿En la gerencia? Cerca, soy el contador… no quiero
ser grosero, solo quiero saberlo, ¿por qué me miras mucho? No me has dicho tu
nombre, yo soy Elena, ¿tú? Soy Rafael, me puedes responder. Sí, te miro mucho
porque te pareces mucho a alguien que conozco. ¿Un ex novio? No, te pareces
mucho a mi esposo. ¿Tú eres casada? Y con tres hijos.
No comments:
Post a Comment