Saturday, January 13, 2018

Cuando tu historia coincide con la mía

Se quita los zapatos y camina con las medias puestas, tiene miedo que le de algún resfrío. Sebastián está triste, más que siempre. Pone música, una de Macaco, que le enseñó Elena en una de esas noches que se le apareció.

Yo coincidí con tu historia – Elena tiene los ojos vidriosos. No, tú pasaste, yo te vi, y me equivoqué. No… yo no iba a ir a comprar el pan, yo no voy a comprar el pan, tú sí pasabas por allí por lo de tu tía, por mi parte yo no frecuentaba ese lugar, decidí comprar en una panadería que estaba lejos, yo coincidí con tu historia, me crucé en tu vida. Algún día coincidiríamos, ¿te arrepientes? – pregunta Sebastián. Parece que eres tú quien se arrepiente. No, para nada, por el contrario me arrepiento que no estés aquí, me arrepiento que nuestras citas hayan sido sin flores.

Sebastián quiere tocar el oído de Elena, pero ella desaparece.

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El Caballero Blanco sale con los lentes negros, que son para cuidar sus ojos, pero que le hace ver más pretencioso. Acomoda su cabello ensortijado, razona que en verano le molestará llevar el cabello largo, pero así se le ve mejor. Tendré que soportar, igual, la belleza también tiene sus sacrificios; piensa. El chofer de su padre le llevará a su trabajo.

Gracias Julián, vas a tener tu recompensa cuando llega tu paga. No se preocupe joven, estoy para servirle. ¿Le dijo mi padre que venderá este auto? Sí, quiere renovar. Estaba pensado en comprarlo, pero mi viejo no quiere vendérmelo, le estoy ofreciendo diez mil. Pero joven, este auto vale sus veinte mil. Con razón no quiere vendérmelo, además le iba a pagar en cómodas cuotas mensuales. Jajajaja, no pues joven, conociendo a su padre, se habrá molestado. Sí – Rafael se permite conversar con Julián como nunca -, pero ya no quiero, estoy pensando mejor juntar para mi departamento. Eso está bien.

En una parada, un venezolano se acerca a la ventana, la toca para ofrecerle sus dulces, pero Rafael ni siquiera le mira, hace como que no escucha, como si estuviera perdido en un pensamiento.

Estos venezolanos ya me tienen cansado, puedes creer que se están viniendo 700 venezolanos cada día. Sí joven, justo lo leí hoy, hay mucho venezolanos aquí. Y lo peor es que el presidente les permite que estén de ambulantes, esto no me gusta, yo no tengo nada en contra de los venezolanos, pero ya me están comenzando a hartar, los veo en todas partes, en nuestra calle nomás hay como unos diez y encima exigen sus derechos. Bueno joven, yo no lo veo tan mal, creo que siempre que sean chambas deben ser bienvenidos. Sí, pero no estás viendo que en nuestro país hay tanta gente pobre y ahora tenemos que estar apoyando a estos extranjeros. Pero joven, si así fuera nuestro pensamiento no podríamos ayudar nunca, porque nunca se acabará con la pobreza. ¿Sabes que las venezolanas están que venden sus chupetes a tres soles? – Rafael cambia de argumento -, yo ni por más culo que tengan les compro un solo chupete, y más viendo que mis compatriotas que lo venden a un sol. ¿Usted compra chupetes joven? – se admira Julián. No, pero me dicen que los ambulantes nacionales lo venden a sol y estas venecas porque tienen más culo y tetas creen que pueden vender sus chupetes a tres soles, pero la culpa la tenemos nosotros los peruanos. Me sorprende joven, pensé que usted estaba de acuerdo en apoyar a los venezolanos -Julián se sorprende del discurso chauvinista del joven Rafael. Yo estoy de acuerdo en que no me ensucien la calle, que no haya más ambulantes y que primero solucionen los problemas de nuestra gente y después del resto.

Rafael mira a un grupo de venezolanos y reafirma lo que dicen de la mayor belleza que tienen frente a los peruanos. En promedio estos venecos son más guapos que nosotros los peruanos, claro los peruanos promedio, porque yo soy más guapo que estos… - lo piensa -, en realidad soy tan guapo como ellos.

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Pero si es un niño Elena – Camucha bebe su chicha. No, debe tener sus 25 como menos. ¿Cuántos años tienes Elena? – a Camucha no le importa lo incómodo que puede ser esta pregunta. 35. Ay Elenita, tú sabes que para mí estás muy bella, y no solo para mí, te vez fresca, joven y súper bella, pero la verdad amiga, ese chico es muy pequeño para ti, y se ve que es un niño pretencioso. Pero yo no quiero nada con ese joven, solo que se parece tanto a Henry… ¿puedes irte? Parece que crees mucho en tu suerte amiga. No es eso amiga, se acercará, pero yo no me voy a involucrar con una persona muy joven. Bueno, me voy, pero lo voy hacer así como medio arrebatada, cosa que el Caballero Blanco se te preguntará por mí. Ya, no hay problema. Si te pregunta mi edad, no seas malita, dile que tengo 25. Jajajaja, pero tú tienes 32. Ay por dios, pero si no se me nota. No te preocupes, yo le digo, ahora vete, que el pobre está sufriendo comiendo despacio. Ya, me voy, me voy molesta porque algo malo hiciste, así que arrebatada volteo mi cabeza y te digo secamente – se levanta rápidamente - ¡ya terminé!

Rafael, se alegra que Elena se haya quedado sola. Se levanta y, así como lo había querido Elena, se acerca a la mesa de la bella mujer, para preguntarle.

¿Le podría acompañar? Será un gusto – Elena le ve tan apuesto.

El Caballero Blanco pide al mozo que le traiga la comida y los cubiertos. El mozo se apura para servir al mejor comensal.

¿Y por qué se fue? – Rafael se saca los lentes y Elena le mira fijamente pensando cuánto es que se parece a Henry. Camucha está loca, solo que le he cambiado de puesto y por eso se molestó. ¿Tú eres su jefa? Sí. Ella es él, ¿verdad? Sí, pero no se nota mucho. No, se ve como una mujer. Jajajaja, sí, mi Camucha es bonita, ¿trabajas cerca? Sí, en el Hotel Las Lomas. ¿En la gerencia? Cerca, soy el contador… no quiero ser grosero, solo quiero saberlo, ¿por qué me miras mucho? No me has dicho tu nombre, yo soy Elena, ¿tú? Soy Rafael, me puedes responder. Sí, te miro mucho porque te pareces mucho a alguien que conozco. ¿Un ex novio? No, te pareces mucho a mi esposo. ¿Tú eres casada? Y con tres hijos.




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