Saturday, October 21, 2017

La mujer de Adán

El tiempo
Tuyo y mío
Nuestro tiempo, juntos.
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Sebastián escucha a un muerto de espíritu, que habla de una materia que desconoce, que desconoce tanto Sebastián como aquel muerto de espíritu. Esa habitación que le cuesta cuatrocientos soles mensuales – ojo, ya no hay nuevos soles, ahora todos son los “ti” que recuerdan los tiempos que en estas tierras un imperio dominaba – tiene cuarenta asientos azules, ocupados solo diez. Nada interesante sale de esos diez que han de estar tan muertos como la sombra vieja que enfrente de ellos está, nada nuevo pueden decir los muertos de espíritu, nada curioso, nada que valga la pena para estar allí.

Cabecea, quiere dormir, posa su frente en la meza azul, cierra los ojos y piensa que fácil podría estar en su cama y aquel espíritu muerto estaría contenta de no contar con su presencia que le cuestiona por su ignorancia. Pero no, tiene que estar allí para cumplir una estúpida asistencia, porque a pesar de sus grandilocuentes también quiere un título.

Mira la salida, solo se interpone el tiempo para cruzarla y sentirse libre. En el balcón está parada la mujer de Adán. Recuerda el video en que la hermosa creación está en una discoteca con sus amigas, lo linda que se ve, lo tan parecida a Elena; ella está grabando, sonríe tímida mientras levanta su copa y sus amigas bailan alocadamente.

La mujer de Adán, se le aparece en momentos en que él no está preparado, en que se siente más chato y feo; en que su tristeza, preocupación o alguna caracterología no le presenta mejor. En cambio ella, siempre está así de estáticamente bella, nunca corre, parece que siempre será joven y por eso no tiene por qué molestarse por el tiempo.

¿Y su voz? Cómo será su voz, melodía que parece que nunca ha escuchado… ¿es que acaso ella le ha hablado alguna vez?, ¿dijo alguna vez su nombre?, ¿cuándo fue que la conoció? O es que no existió nunca y que es una imagen que proyecta la juventud eterna de la primera mujer y madre de la humanidad. Seguro que es fantasía de su deseo literario.

La mujer de Adán – ese no es su nombre -, ella… carambas no sé quién es ella, solo sé que está allí y que de vez en cuando aparece, como para ponerle un poco de color al gris de la universidad. Desaparecerá por completo para el verano y la volveré a ver en algún imprevisto lugar solo para saludarla así nomás y no sabré más nada de ella. Es como cuando escucho poco de una buena canción que se me graba pero no sé su nombre, el autor, no sé nada de esa canción más que me gustó y la busco, y pregunto por esa canción describiendo una imagen o tarareando lo que recuerdo. 




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