Natus Vincere

¿Y te recuerdas? Creo que no lo recuerdas, soy Alicia, ya tengo diecisiete y sigo pensando igual a cuando a los once te dije… Me molestó mucho saber que no te volvería a ver, cuando llegué a clases aún pensaba verte aunque ya sabía que habías repetido el año, pensaba que estarías allí y que todo sería como en cuarto, pero no estabas, puse chueca mi boca, levanté el hombro y para adelante que peores cosas me han acontecido… Me hice más fuerte, pero sigo igual de floja, no me gusta la historia y al profesor no lo odio, pero me molesta; por allí que le aguanto la geografía, en algo me gusta, pienso que cuando sea una profesional – muérete, seré profesional, porque el profesor Rivas dice que fácil que todos seremos profesionales -, pues pienso que cuando sea una profesional viajaré como ahora no puedo hacerlo, también te recordaré en mis viajes, como…

Mi promoción se llama NATUS VINCERE, así se llama, y una sonrisa dibujarás en tu cara, ¿a quién le hemos ganado?, ¿qué pretensión es esa de llamarse nacidos para ganar? Las chicas no ganamos, perdimos este año contra las de cuarto, los chicos ganaron contra todo pronóstico y contra toda la incredulidad de nuestro tutor. NATUS VINCERE, no seremos todos porque tú no estarás, porque no llegaste.

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Padre nuestro que estás en el cielo,

Bendito señor gracias por darme la oportunidad de tener a mi padre, por favor cuídalo mucho a mi viejito que es lo único que tengo. Estoy muy triste porque ya me han dicho mis calificaciones – Soraya recuerda que Dios ya sabe todo lo que le dirá antes que ella lo pronuncie, pero igual lo dice – y he desaprobado – le caen lágrimas -, Diosito desaprobé, he sido floja y descuidada, me he dedicado a otras cosas, los resultados son consecuencia de lo mal estudiante que soy. Perdóname Diosito por ser mala, por pensar en cosas que no debo y estar triste siendo tu hija. Ayúdame con el Espíritu Santo para poder ser mejor hija tuya, para ser mejor hija de mi padre, señor quiero que guíes mi vida para ser buena estudiante, tener voluntad para hacer las tareas y leer como dice el profesor Rivas. Te pido que me bendigas señor y me procures fe, que si tuviera la fe del tamaño de un granito de mostaza, como lo dices Señor, hasta montañas podría mover. Te lo pido por amor a Jesús.

Ay Diosito, me olvida contarte, NATUS VINCERE, así nos llamaremos.

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¿Y qué fue?, ¿tomas? No, nada que ver, tengo tareas. Ya… ¿o sea ahora eres chancón? No, solo que no quiero jalar. No seas idiotín, ya jalaste, por las puras haces tanta basura, igual ya fuiste, no llegas – Manuel siente un nudo en la garganta. Sí llego, voy a terminar la secundaria, no me importa lo que pase después, me pondré a trabajar, pero tendré ese maldito certificado y será del “Hipólito”. Jajaja… no dices que el profe Rivas ya te marcó, no pasas idiotín, ese profe es más jodido, ya fuiste. He conversado con él y me ha dicho que tengo oportunidad. Jajaja, eres un idiotín – Cristián quisiera utilizar otras palabras pero cerca está la hermanita de Manuel -, hay que salir, deja eso, ya mañana lo haces en el recreo. No pasa nada, hoy voy a escribir un ensayo. Para que el profe se burle de cómo escribes, jajajaja… ya me gustaría ver cómo critica tu ensayo ese profe – Cristian sale de la casa sin despedirse.

Manuel no sabe cómo hacer su ensayo, quiere escribir el título en su hoja blanca, piensa, pero no tiene idea, hace un grafiti con el nombre de la promoción: NATUS VINCERE.

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NATUS VINCERE, has nacido para ganar, ¿por qué? Porque eres joven, porque tienes vida… Has nacido para ganar porque te encontraste conmigo y no lo olvidarás, si llegas habrás nacido para ganar, no importa lo que pase, las tantas veces que lo intentes, ganarás… porque eres NATUS VICERE. 

Sé con quién estarás el sábado

Es de noche, ella le sonríe y él corresponde cómplice. Ella le toca la pierna, él mantiene las manos en el volante, se enorgullece de ser hombre, responde instintivamente, olvida la primacía racional del hombre frente a los animales, ahora se pavonea de ser macho. El Caballero Blanco ve la marca de sus Calvin Klein, qué bacanudo – dice bacanudo, no macanudo, así lo escuchó al profesorcito del barrio.

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Las enfermedades son producto de tres situaciones: 1) Queriendo has cometido un pecado y dios te está castigando. 2) No queriendo has cometido un pecado, incluso puede que ni te des cuenta, igual dios te está castigando. 3) Alguien ha querido hacerte daño, le ha pedido a dios que te haga sufrir.

Teodoro le pone la mano en el hombro al Caballero Blanco y al ver el rostro inocente del crédulo, recuerda otra alternativa de la etiología. También hay quienes sin haber hecho nada sufren, éstos no han pecado, así que su dolor no es merecido, es solo que dios así lo ha querido para espectáculo suyo. Teodoro le pide que se quite la ropa, Rafael lentamente se saca las prendas, con pudor de que ese hombre le vea desnudo, también con miedo de pescar un resfriado.

No te quites las medias. ¿Me debo quitar el boxer? No, no hace falta – Teodoro saca el cuy de la caja y se lo pone en la frente y reza -; señor de las alturas… Rafael duda si a dios le puede gustar que se esté pasando un cuy para luego sacrificarlo, mira la marca de sus Calvin Klein. Cierra los ojos, Teodoro le ordena.

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En verdad los instintos son los móviles principales de la actividad humana, Rafael conduce como nunca se había atrevido, busca un hostal, mejor un hotel, claro él es de hoteles, mejor hostal que hoy no trajo las tarjetas y puede que no le alcance. ¿Cuánto puede costar un hostal?, ¿nunca he estado en uno de esos cuchitriles?, ¿cincuenta?, ¿no creo que supere los ochenta?, ¿quizás cien?, tengo cien, con cien la hago… ¿y los preservativos?, mierda no tengo preservativos, ¿será bueno preguntarle si ella tiene?, ¿romperé el encanto si me paro a una botica para comprar condones?, ¿en el hostal venderán? Su organismo actúa significativamente, su cerebro no.

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Mira al pobre animalito. ¿Por qué eligieron uno negro?, ¿será macho o hembra? Vuelve a cerrar los ojos. Teodoro canta y pasa el cuy por el pecho de Rafael, le asienta en el abdomen. Rafael se pregunta si seguirá bajando. Teodoro baja el cuy hacia los genitales del paciente, Rafael cierra más fuerte los ojos y se pone a rezar, sabe que esto le ha venido después de haberse ido de putas.

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Rafael se queda mirando el techo del hostal de ochenta soles. Cuenta como buen contador, cien en tragos, veinte en gasolina, ochenta en hostal… ¿debo gastar en algo más?, creo que puedo gastar cincuenta más. Mira sus pies que llevan medias azules y se pregunta si se verá sexy.

Ella se recoge el cabello para que le caiga el agua a los pechos. No se siente bien, tiene fiebre, se pregunta si el Caballero Blanco lo notó. Quizás no, estuvo tan excitado que su calor no hizo contraste con el de su acompañante. Baja sus manos lentamente para sentir sus costillas, piensa que se ha de estar viendo flaca, tanto como una calavera. ¿Vendrá? Rafael la abraza y ella voltea sorprendida. Los dos se ven hermosos, se miran… Ella es como una afrodita, de piel canela y él como un dionisiaco de mármol, de pronto el levanta su mano porque siente un tibio que no es del agua y mira la sangre.

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Sabes Alejandra, sé con quién estarás el sábado. Hoy lo soñé... 

Cansancio

Sebastián se levanta tarde, hoy que es martes no irá a la oficina. Toma una ducha, se seca y al darse cuenta del frío vuelve a su cama tratando de sentir como adolescente, pero ya no es lo mismo. En su cabeza ya no está una sola mujer, tampoco está un proyecto obsesivo, ni siquiera un miedo no confesado, ahora solo hay cansancio.

Revisará el trabajo de Gastón y luego hará las sesiones para su clase no favorita pero que más le preocupa, sus alumnos de tutoría. Hoy les hablará sobre “Descentralización y Regionalización”.  Se levanta y pone la ropa, no se pone las medias, sandalias. Prende la computadora, se pone un fondo musical de Mozart y corrige el ensayo sobre la intervención policial a los infractores de tránsito.

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Sabes que te recuerdo, o mejor dicho, recuerdo a la Alejandra de antes y cuando te veo no la encuentro. Sabes que te recuerdo, o mejor dicho, recuerdo a la Elizabeth impertinente y que ahora ya no está. Sabes que te recuerdo, o mejor dicho, recuerdo a la Elena de siempre y que se fue. 

Caballero blanco

Rafael se sienta al medio, se mueve despacio, como si fuera una estrella a quien le siguen las cámaras, se mueve con elegancia, con un aire desinteresado pero bien pensado, que Elena le está viendo. 

Elena se pierde de la conversación que entretiene a Camucha y Esther; su enfoque, el caballero blanco.

¿Qué pasa Elenita? Nada… yo también estoy de acuerdo en que Esteban debe ir con nosotras. Ya – Camucha voltea para el enfoque de su jefa y encuentra al joven que se parece a Henry y se asusta pensando que es él -, pero qué es esto. ¿Cuál es el problema? – pregunta Esther. Ese chico, ese chico se parece mucho a Henry. ¿El de barba? Sí. Pero es jovencísimo. Sí, pero se parece mucho al marido de Elenita, ¿no será su hijo? Jajaja… - Elena sonríe – es muy grande para ser hijo de Henry, en todo caso podría ser un hermano – Elena le sigue mirando de reojo.

Rafael tiene lentes negros, eso le facilita interesarse en algo y no mostrar ingenuidad, así no se paltea y sonroja. Vio a Elena, le pareció interesante, la ve, le parece una mujer extraña, le sucede déjà vu.

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Rafael baja por las escaleras eléctricas, le molesta mucho estar en el metro, pero hoy su chofer – tiene chofer, lujos que le da su padre –, su chofer se fue al hospital a llevar a su hijo quien parece le ha salido un tumor, no se preocupa mucho por eso, pero igual le tendrá que preguntar a Juan, qué pasó con su hijo. Atrás de él hay un invidente. ¿Pero cómo es que hizo para ponerse en las escaleras?, ¿podrá bajarse solo?, ¿no se tropezará?, solo está a unas tres gradas arriba, estoy obligado ayudarlo; se contraria.

Rafael sube las gradas y pone su mano en el codo del hombre con discapacidad – así me enseñó Falco que se debe decir, hombre con discapacidad, no discapacitado, que es ofensivo.

Le ayudaré – Rafael se sonroja, su piel blanca evidencia sus emociones. Gracias, ¿no tiene apuro? No – en verdad sí, pero qué puedo hacer; para sus adentros -, no, estoy volviendo a mi casa – pero qué torpe soy, acaso le interesará a este señor que estoy haciendo, además quién es él para que sepa a dónde voy; Rafael se pone más rojo de lo contrariado. Gracias, yo cruzo para las Flores, si vas en contrario solo dime a qué lado está. Claro, yo bajo para Zárate – qué bueno, usted a su mundo y yo al mío; Rafael observa las ropas del invidente.

El caballero blanco le deja al medio de la entrada de la estación y le dice al invidente que es para la izquierda donde debe ir, se siente vil; pero habrá alguien que le ayudará, felizmente allí un hombre le está apoyando cruzar, no se desvanece su remordimiento. Cruza la pista, podría tomar un carro que con cincuenta le deja en la exclusiva y sucia Chinchaysuyo, pero no, no soportará más incomodidades, para un auto.

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Norma postea la última canción de Gloria Trevi y Alejandra Guzmán juntas. Ahora que se fue, me pondré más buena, se promete así misma.