Mario marca a Elena, sus siete
números. Ninguno contesta, todos están fuera de servicio. El primero lo consiguió con el temor de que sería su perdición, como lo fue; desde
entonces no paraba de timbrarle, para decirle cosas sin importancia, para
molestarla hasta canasarla.
Gracias cholo, me hubiese arrepentido
de no haber venido – Raúl le agradece a su amigo.
Willy está completamente
tranquilo, parece que el alcohol aún no ha hecho efecto en él. Iván está que se
cuida, toma pequeños sorbos.
Hace rato te estoy viendo que te
sirves como flaca – Mario molesta a Iván. Nada, mira – Iván se sirve lleno -,
ahora te toca a ti – le pasa el vaso a Raúl y quiere que se sirva lleno, pero
Mario se lo impide.
Si yo le traje, yo le cuido,
estoy muy lejos, este no es mi barrio. Mario se lava la cara, se siente
cansado, pero quiere seguir con la reunión.
Me han contado una de Willy,
parece que estás detrás de una fémina – Raúl le pregunta. No pasa nada, solo
amigas con derecho – Willy suena tan serio y sano. Seguro Wil – Mario insiste
con la relación que Willy podría tener con Adelayda. Tú sabes que no puedo
tener nada con ella – no menciona el nombre -, tú sabes que ella es imposible –
Willy y Mario saben algo que no pueden compartir con sus amigos sobre la
enigmática chiclayana. No, no lo creo; sería genial que estuvieras con ella –
en realidad no le parece a Mario, le envidiaría porque Adelaida es casi
perfecta. ¿Y qué hay de ti Raúl? – cambia de tema Willy. Apuñalándose como
siempre – responde Iván haciendo gesto de masturbación con la mano.
Mario cierra los ojos. Está en su
cama, y le habla Elena: Si no llega la luz ya estoy perdida. No te preocupes,
llegará. Raúl escucha a su amigo y se preocupa porque otra vez está hablando
solo. Le abraza y le da un
beso en la mejía.
Te quiero huevón. Nunca más que
yo Elena.
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