Sebastián está frente a su computadora, pensando en qué
decir para el discurso de fiestas patrias. Piensa que debería tener un tema
optimista. Mientras se decide escucha a Mon Laferte, le gusta mucho “Amárrame”.
Suena el celular, es Elena.
(S) Hola Elena – le brillan los ojos.
(E) Ten buen día Sebastián. Te llamaba para recordarte que
debes tomar tu medicamento. ¿Has hecho las sesiones?
(S) Sí…
Sebastián se queda en silencio para que Elena hable más, no
le importa qué es lo que diga, solo quiere escucharla. Pero todo es silencio. El
celular no registró la llamada.
*****
(C) Ay no sabes, el Felipe casi casi fue padre.
(E) ¿Cómo así?
(C) Es que a su ex no le venía su mes.
(E) ¡Qué!, pensé que te referías a que Felipe casi se decide
por ser sacerdote, cosa que sería raro porque no le encuentro vocación de
religioso.
(C) Ay Elenita, qué vocación de religioso va tener el Felipe,
es más, no creo que tenga un solo talento el pobre.
(E) No seas mala Camucha, Felipe es una buena persona, y
creo que su talento está en servir.
(C) Para lo poco.
Camucha toma lentamente su “Machu Picchu”. Elena se ha
servido una “algarrobina”. Están en el restaurante del frente de la empresa, es
de noche y decidieron conversar para ver qué planes se pueden hacer por
feriados largos.
En realidad Elena solo encontró ese pretexto para recordar
sus fugases encuentros con el Caballero Blanco. Pero de qué encuentros piensa:
de sus contactos visuales, de sus cortos saludos, de pedir un permiso y dar el
permiso. Ya ha pasado un año que no lo ve, pero le recuerda mucho, todavía
piensa que probablemente sea pariente de Henry.
(C) Ay Elenita, no sabes hija lo que me pasó cuando hice mi
viaje al Cuzco. Ojos que lo digo así endentado “Cuzzzzco”, porque así se
escribe según un importante lingüista limeño – Camucha recuerda la lección de
su sobrino.
(E) ¿Qué te pasó? – Elena sonríe y hace como que demuestra
interés.
(C) Ay no sé si contarte Elenita, tú eres mi jefa, pero
sabes que hay mucha confianza entre tú y yo, y por eso te cuento, pero es algo
bochornoso – Camucha se abanica con una servilleta.
(E) No te preocupes Camuchita, no creo que me puedas
escandalizar más de cuando me enteraste de la traición que le hiciste a Javier –
Lo dice como que llamándole la atención, pero Camucha ni aludida.
(C) Ay sí, es que tú sabes que soy poliamorosa. Pero te
cuento, es que Cuzco – con “z”- se presta para todo amiga, pucha Elenita, te
cuento pues. Resulta que perdí el DNI y fui a la comisaría de “Aguas Calientes”.
(E) ¿En Machu Picchu?
(C) Sí… Mi DNI se me perdió en el tren, y llegué tarde, abre
llegado eso de las once. En la comisaría había un cholo power, pero si vieras
tal criatura, y mira que debes saber que soy selectiva, pero ese cholo era de
lo más lindo, su rostro proyectaba luz, sus ojos miel me hicieron confundirlo
con un ángel. Pero de lo tan preocupada que estaba por mi identidad, su belleza
masculina no me hizo olvidar mi objetivo. Hice la denuncia, salí con mi carguito
ya un poco tranquila. Y me arrepentí de no haberle sacado el número al policía
Armando, así lo leí en el carguito.
(E) Pues qué bueno que no intentaste eso, quizás te hubiese
metido a la carceleta por presunto delito de acoso a la autoridad.
(C) Si era lo que más me hubiese gustado, que me meta en la
carceleta y pasar la noche con él. La cosa es que ya calmada me fui al hotel,
uno de tres estrellas, que me costó un ojo de la cara Elenita, pero todo lo
valía porque era mis vacaciones a la ciudadela inca y tú sabes que yo – aunque no
se note – tengo mucho de noble inca. Dormí poco porque justo cuando estaba en
medio de una de mis más cochinas fantasías siento unos sonidos raros en el
techo. Recién allí doy cuenta que estaba en el último piso y que en la azotea
había alguien. Salgo, hacía frío, pero tenía un calorcito de curiosidad de ver
al hombre que había interrumpido mi fantasía, a lo mejor era un extranjero, y
mi sorpresa fue grande – Camucha cierra y abre más los ojos -, fue muy grande. Qué
crees, me encuentro al mismo policía, al mismísimo policía Armando que me había
tomado la declaración jurada por pérdida de mi DNI, sentado con una botella de
licor, con los pantalones abajo y con la joya de la familia en la mano en una
paja loca.
(E) ¿Y qué hiciste?
(C) Bueno, en ese momento grité su nombre, grité fuerte como
resondrándolo: ¡Armando! El volteó y ver su cara de ángel me conmovió, el pobre
estaba ebrio. En mi cuarto, me dio mi DNI y yo se lo agradecí grandemente.