El Dios de la madre
Dios que acompaña en
el desgarro
De separarse de su
vástago
Ese que la admira.
El Dios de la madre
De sus noches de angustia
Porque enfermedades
hay muchas
Y la calentura de su
pequeño no se va.
El Dios de la madre
Que enseñó al niño
amar
Al prójimo y al mismo
Dios
Con todo el corazón y
con toda sus fuerzas.
El Dios de la madre
Que es despreciado
Ese Dios
Cuando el niño dejó de
ser niño.
El Dios de la madre
Que se va de la mente
del joven
Pero queda en el
corazón de la madre
La esperanza que
vuelva a recordarlo.
Ese Dios que angustia
le ha provocado
A esa madre fiel
Y por eso el joven lo
desprecia
Maldice y
contradictoriamente le niega.
De un Eclesiastés
Que le ordena
recordarse del Dios de la madre
En los días buenos de
la juventud
Porque en los días
malos de la vejez no habrá consuelo.
El Dios de la madre
De esa mujer que en
una caja
Baja a su lecho final
Y en el que el joven
busca ahora consuelo.
Ese Dios siempre
estará
Cómo olvidarse de ese
Dios
Que cada “Dios mío” de
la madre
Fue por amor a su
hijo.
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