Querida Elena,
Sí, te entiendo, entiendo que de
improviso vienes porque sabes que nunca te voy a rechazar, entiendo que hay
momentos en que necesitas a alguien y ese alguien soy yo. Entiendo que puedes
beber un par de sábados junto a mí y de pronto darte cuenta que es suficiente y
decides desaparecer por 6 meses, un año o dos años como lo has hecho en otras
ocasiones.
A veces me impresionas tanto que
pienso que eres un sueño, sueño como el que he tenido hoy. Sueño en el que te
robo un beso y me respondes con otro beso. El beso que te robé fue suavecito
porque soy inexperto, el beso que me devolviste fue suavecito porque pienso que
debes besar así.
Te escribo para que sepas qué has
hecho, porque no sé si te das cuenta pero haces conmigo cosas increíbles: en
dos ocasiones me has salvado de serte infiel. Si recuerdas hace dos años atrás,
justo cuando salía con una psicóloga de San Marcos, volviste a mi vida y en ese
momento renuncié a mi aventura con aquella jovencita graciosa que se creía
Freud con su caso más complicado (yo). Incluso conversaste con ella por
teléfono cuando ebrio te pasé la llamada. Cuando la volví a ver, me reprochó
que salga contigo y me puso en la disyuntiva de renunciarte o no volver a verla;
y ya sabes, a quien dejé fue a ella y no me arrepiento porque sentí que habías
llegado a salvarme de serte infiel y yo te he jurado fidelidad para siempre.
La segunda ocasión ha sido hace
poco, no quería contarte que estaba saliendo con la trujillana, pero cuando te
hablaba de la profesión de arquitectura no tuve el más tonto desatino que
decirte que estaba viendo a una arquitecta. Luego lo reflexioné y me dije puedo
tener una relación normal con una chica interesante y olvidarte, pero para bien
habías regresado a mi vida nuevamente justo cuando ya estaba por envolverme más
con aquella simpática mujer. Me has salvado nuevamente de serte infiel.
A veces quiero abrazarte, y entérate,
que esas veces son las que te he timbrado. Algunas veces me has respondido y me
has hecho el hombre más feliz de la tierra, otras veces no lo has hecho y he
sufrido mares.
También te escribo, temblando
porque creo que nuevamente me has dejado solo, para recordarte que tienes un
compromiso conmigo para salir a la montaña. Me dijiste que iríamos finalizando
julio, luego lo postergaste para fines de agosto. Por favor, no me digas la
fecha; llama pronto y dime, vámonos Mario.
Que no te moleste mis palabras, son con todo respeto.
MAR-TAE