Thursday, April 10, 2025

Los yugos desiguales

En la tienda, son las seis y está en la tienda, en una hora cerrará e irá por su hija, se distraerá caminando por la Abancay, hoy todo es un loquerío porque mañana será paro de los transportistas. Gloria sonríe, pero su sonrisa no es de alguien feliz, no..., es una sonrisa mediocre, de alguien que está enferma de soledad porque la han dejado y enfermamente sigue amando.

Trata de tener fe en que el tiempo hará su parte y poco a poco le dolerá menos, al menos eso dice la teoría popular. Ella es consciente que fue la única que amó en esa relación, que él – de quien no escribiré su nombre por lo infame que es -, él solo estuvo con ella por los intereses que con ella tenía, desde que lo conoció, cuando él no era nadie y ahora que la deja, tampoco es alguien, pero tanto ayer como ahora, él ni siquiera la quiso.

Tampoco voy a decir que toda la culpa es de él, porque qué podríamos esperar de un imbécil que no sabía con quién vivía, un pobre mediocre que no se dio cuenta de la suerte que tenía, y debe ser el azar porque no pudo haber sido un dios, no puedo pensar que un dios le concedió el privilegio de tener en sus brazos a Gloria, porque si no el imbécil sería ese dios que juntó dos yugos desiguales, material y espiritualmente.

Recuerdo cuando le conoció, cuando ese mequetrefe llegó a la casa y ella que tenía la mística de solucionar los problemas de los demás encontró en él un meollo lleno de problemas: un vagabundo, delincuente, sin ascendencia conocida. Y su lástima la perdió, haciendo que pensara que amor era aquello que la había segado, esa enfermedad de los siglos pasados, que la han perdido y por el cual desde entonces no ha tenido paz.

Pobre Gloria, camina por la Abancay. Aún es joven, y podría tener otra oportunidad, pero las oportunidades pasan y ella no los toma… Jesús ha pasado varias veces por su frente, le ha ofrecido llevarla con su auto, pero ella lo ha dejado pasar. Quiere estar sola, no soporta la presencia de nadie, incluso la de su hija le es ahora una incomodidad, quisiera llegar a su apartamento y estar sola.





Thursday, April 3, 2025

Un manjar de pollito

El profesor Rivas baja las escaleras, dejó a los chicos de segundo haciendo lecturas, mira el portón de salida y allí está Gustavito y Jiren. Ellos le hacen señas con las manos y él se les acerca para saludarlos de mano.

-          Buenas noches profesor – los jóvenes coinciden con el saludo.

-          Buenas noches Gustavito, buenas noches Jiren. ¿Vinieron solos?

-          Sí, el papá de Gustavo nos estará esperando en la pollería.

-          Ok, entonces me esperan que aún no termino con algunos niños, solo quince minutos.

-          ¿Podemos ver? – Pregunta Jiren.

-          Claro, pueden sentarse atrás, estoy ayudando a los niños con el producto de la unidad que deben presentar la siguiente semana.

Jiren y Gustavito van detrás del profesor Rivas. Llegan al aula de Ciencias Sociales – que en realidad es la Biblioteca del Colegio, pero ellos siempre le han llamado así, aula de Ciencias Sociales, o aula del profesor Sebastián -, el profesor Rivas se voltea para preguntarles.

-          ¿Y han crecido algo?

-          No mucho, un centímetro creo, pero aún tenemos tiempo para crecer más – Jiren responde alegre.

-          No creo, yo dejé de crecer a los 18 – El profesor Rivas recuerda que cuando tenía la edad de estos jóvenes creía que crecería más, pero por el contrario algo le pasó a sus cartílagos de crecimiento y cree que en vez de ganar estatura cuando pasó los 20, perdió unos centímetros.

-          Pero me han dicho que uno crece hasta los 20, o hasta más tiempo después – Gustavo mira límpidamente al profesor.

-          Entonces hay que hacer ejercicio.

Jiren entra, pero Gustavito se queda afuera coordinando con su padre. El profesor Rivas se sienta en su mesa frente a los chicos de segundo, ellos tienen en sus manos el esquema que les facilitó para que hagan su infografía, les pide a cada uno los esquemas y les va preguntando qué han podido completar. Los chicos responden acertadamente, el profesor apunta en su registro lo que han logrado y les hace prometer para que se presenten en la exposición.  

Jiren recuerda su clase con el profesor de la academia, ha coincidido con lo que el profesor Rivas le está enseñando a esos muchachos: El feudalismo. Se interesa en escuchar lo que ellos le van respondiendo al profesor y se lamenta – para sus adentros – por qué no aprovechó cuando era estudiante del profesor Rivas.

-          Es que usted me daba miedo profesor.

-          Pero si yo te veía de lo más concentrado, miraba tu límpida faz y me decía, me está entendiendo, ahora le voy a preguntar… y me desilusionaba con la respuesta.

-          Es que usted me daba miedo y me ponía nervioso… - Jiren lo piensa y cambia de versión -, la verdad no le entendía nada profesor. Me gustaba escucharlo, pero no le entendía.

-          Qué desilusión joven Jiren.

Están comiendo pollo a la brasa, el padre de Gustavito los ha llevado a un restaurante llamado “Leña y Carbón”. Siguen conversando.

-          ¿Y a quiénes has visto Gustavito?

-          A nadie profesor – luego se contradice -, a tres compañeros aparte de Jiren. Vi a mi compañera Karen, me contó que está estudiando para ser Cheff en un instituto de por aquí nomás. También vi a una chica de otra promoción, una blancona que no me recuerdo su nombre, creo que se apellida Sanchez. Conversé con su engreída profesor, con Lucía, creo que me dijo que está estudiando psicología.

-          Entonces podrá tratarme – el profesor Rivas lo dice medio en broma, medio en serio, pero lo serio no lo entienden los jóvenes.

-          Que bueno que los chicos de la promoción estén estudiando profesor, ahora los padres están apoyando a sus hijos, si no quieren ir a la universidad al menos deben ir al instituto por una carrera técnica – comenta el padre de Gustavito.

-          Así es señor, pero esto depende mucho de los padres, los tienen que animar y apoyar.

-          Sí, por eso yo le he dicho a Gustavito que estudie, que le voy apoyar, al menos que sea profesor – el Sr. Alvarado no se da cuenta que está haciendo mella a la humilde profesión del profesor Rivas.

El profesor Rivas sonríe diplomáticamente y le da un bocado a su pollito, está muy agradecido y también emocionado por el gesto de Gustavito, Jiren y el Sr. Alvarado, el pollito se hizo un manjar por la compañía de la gente que lo aprecia.