Por la mañana aceptó que le tocara la mano, se sonría con la osadía de su
mirada, mirándole toditita, arrecho a la peruana. La barquisimetana tuvo el
gesto bonito de darle una palmadita en la espalda cuándo le confesó que estaba
triste porque una chica no le hace caso. Él voló alucinado y ya quería
comprarle medio mercado, pero tenía que tener cuidado, felizmente recordó las
palabras de Elizabeth:
Está claro que no le gustas, deja de molestarla, así
la vas aburrir, es más, quizás y ya la aburriste y solo te responde de pura penita.
No digo que las venezolanas sean malas personas, pero ellas son así, no son de
enamorarse y menos de un peruano. Tuviste tu oportunidad para llegar hasta allí
nomás Sebastián, ahora cholito, ya déjala, porque te va a lastimar más.