La maestra se pone de pie y no
aguanta el llanto, llora, llora de impotencia; solo defiende su derecho, pero
el sistema ha hecho que la vean como una violentista, una incompetente, una
pobre ignorante que se viene de lejos para defender la ignorancia; ella siente
en la picadura de la cara, el desprecio del presidente, la indolencia de la
ministra, la agresión de la prensa, la furia de los padres, y le duele saber
que su causa es justa y que ella y sus colegas están solos.
La maestra llora, porque no es
mala profesora, hizo sus sesiones y carpetas, citó a sus padres, comprendió a
sus estudiantes, les apoyó con la escritura, les cogió de la mano para que
ellos hagan sus primeros trazos, y recomendó a los padres las lecturas. Llora,
porque siempre fue a las capacitaciones y leyó los manuales así como participó
en las escuelas de padres fuera de sus horas de trabajo y otras tantas tareas
extras; siempre hizo más porque le gusta enseñar, le gusta la educación. Le
duele la garganta, alguien le dice que se tire, pero ella no quiere, no le
duele más la garganta ni la cara que los sentimientos, está de pie llorando
porque su hija le llama todas las noches preguntándole cuándo volverá.
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Me he dado cuenta que lo amo, es
que lo veo así tan gordito, blanquito y tan pero tanto tontito y me hago agüita.
Pero cómo dices Camucha, si tú tienes pareja. Ay, pero tú sabes que yo soy
poliamorosa.
Puchi toma de un tirón su bebida negando lo que ve. Camucha besa de buenas a primeras a Jason, éste lo aleja, pero no puede safarse del todo de su embriagado amigo/a.
¿Nos vamos? – Puchi pregunta. Ay
no seas aguafiestas, hasta ya pareces mi jefa. Pero Camucha, creo que se te ha
subido el alcohol en la cabeza. Así es Camucha, además ya es tarde – Jason apoya
a Puchi -, vámonos que mañana hay que trabajar. Pero qué envidia que tengo a
los maestros que siguen en huelga, mientras una aquí se tiene que privar de las
lindas amistades y el buen libar – Camucha abraza a Jason y le da un beso, éste
le sujeta y le arrastra para salir del bar.
Son las nueve, notan el contraste
porque ingresaron a las cinco, la monumental plaza aún no estaba llena, pero ahora
todos los maestros están reunidos. Camucha se para, mira el monumento de José de
San Martín y cree que éste está pensando mal de esos maestritos cobrizos que
gritan con el puño arriba.
Es que tú no sabes amiga, el ex
de Elenita está allá, en esa turba de incapaces que le temen a las
evaluaciones, pero bien que a sus alumnos los amenazan con los exámenes. No digas
eso Camucha, tú no sabes qué es lo que está pasando con ellos, mi amiga que es
maestra me ha dicho que ellos son evaluados muchas veces, para ingresar, para
ascender, tienen evaluaciones anuales por los directores, en realidad yo creo
que es un abuso lo que el gobierno está haciendo con ellos. Tienes razón –
apoya Jason -, mi madre es maestra jubilada, y me dice que ahora a los maestros
los están evaluando como nunca, que es un abuso lo que hacen con ellos. Ay por
dios, pero es que ustedes no han estado en un colegio estatal, no han tenido
esa desgracia, yo – Camucha se señala así misma -, yo sí lo sé, yo lo sufrí,
tenía un profesor de historia que me paraba gritando; el tipo ese, a pesar de
que no era muy viejo, se la pasaba renegando con todos nosotros; quería que
leyéramos unos libros antiguos para saber del pasado, como si eso a mí me iba a
servir – Camucha mete su dedo en la boca y hace como que tuviera una gran
incógnita -; ven el monumento de José de San Martín. ¿Qué tiene? – Puchi pregunta.
Que mi profesor de Historia nos mandó hacer un trabajo sobre la biografía del libertador
y nos pidió tomarnos fotos con el monumento, que por cierto es obra de un
artista valenciano, cómo es que se llama, ah así, se llama Marino Benllure. ¿Tu
profesor? – pregunta Jason. No, el artista valenciano; esta plaza tiene su
historia, es obra mandada hacer con exclusividad para celebrar los 100 años de
independencia; claro la independencia más absurda, la que nos regalaron los
argentinos y consolidaron los venezolanos; mi profesor siempre decía eso, creo
que lo hacía como para bajarnos la moral, así como que nosotros no logramos
nada, ni siquiera eso. Pero por qué decía eso, ¿acaso San Martín no es peruano?
– a Jason le viene la gran duda. No te digo, se me hace agüita con este tontito
– Camucha abre los ojos y mira al cielo -, San Martín es argentino, me imagino
lo guapo que habrá sido, un amor, como todo argentino. Pero Camucha, tú que
eres rarísima, tú profesor fue muy bueno, sabes la historia – Puchi mira que
una maestra que llora mientras habla por el celular.
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¿Estás bien mamá? Sí, solo tengo
resfriado. Cuidadito mami, no te vayas a enfermar – la niña le aconseja. No
hijita, yo estoy bien, acá en Lima la gente es buena, nos trae comida y agua. Pero
sigues en la plaza, por qué no te vas a dormir en una casa. Tengo que estar con
mis colegas. ¿La ministra les hizo caso? No, a esa indolente no le importa. Ya regrésate
mami, son muchos días, ya no les van hacer caso. No hijita, nosotros vamos a
regresar bien, ya hemos logrado que nos suban el sueldo, pero también tenemos
que lograr que nos reconozcan la estabilidad laboral.