Es imposible
saber si son los años o el amor lo que nos hizo distintos, pues ha pasado un
buen tiempo y nos encontramos nuevamente enamorados. Aunque con la misma
concepción de la vida: yo con la novedad de la literatura y las clases en el
colegio; tú, con el trabajo duro y las agitaciones del hogar; hoy ya no
peleamos como antes.
Ahora tenemos un
espacio de contemplación propio de ancianos. Sentados,
conversando, refrescándonos y contándonos la vida. Tal como lo imagino será nuestros
días de ancianos; aunque tú con familia y yo solo, siempre esperando un poquito
de ti. Espero no te incomode que los años hagan mella a mi apariencia, porque
aún encanecida y con arrugas no dejaría de ver la belleza que para mis ojos
tienes ahora. Ruego a Dios – al dios que ya te demostrado su existencia – que
me permita disfrutar de tus consideraciones.
No quiero
estropear esta situación con un saludo impertinente, quiero que sepas que no te
estoy declarando lo que ya sabes. Quiero que sepas que sólo me basta esta
visión irreal que he alcanzado de pura suerte.
Porque sabes que el azar me ha sido propicio, cuando llegué a la vida en
el seno de una familia sin fortuna pero con mucho deseo de forjarse mejores
condiciones, cuando te vi de pura casualidad en la avenida de tu casa y cuando
volví a verte al frente de mi casa. Más, es la bulla.